miércoles, 7 de marzo de 2012


Arturo Pérez-Reverte nos regala con este volumen todo un canto al folletín decimonónico, homenajeando a uno de los clásicos del género de aventuras: Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas. Pero no todo acaba ahí. Paralelamente, el esoterismo y el satanismo se dan cita para enredar una trama llena de fantasía, erudición contenida y juegos de pistas que entretiene y divierte.
A Lucas Corso, “cazador de libros a sueldo” le encargan que averigüe si el manuscrito de El vino de Anjou de Alejandro Dumas es auténtico. Al poco, Corso acepta otro encargo: indagar sobre la autenticidad de un ejemplar –de los tres que aún se conservan- del misterioso De Umbrarum Regni Novel Portis, el Libro de las Nueve Puertas del Reino de las Sombras (una especie de manual para invocar al diablo y por quién el impresor Aristide Torchia fue quemado en Venecia en 1667 por la Inquisición). A raíz de aquí todo se complica para regocijo del lector, que ve pasar frente a él extraños personajes incluyendo obsesionados bibliófilos, seguidores del diablo y hasta una inquietante mujer fatal. Los escenarios no lo son menos, transcurriendo el devenir de la novela por Madrid, Sintra, París y Toledo.
Arturo Pérez-Reverte consigue además dos cosas que se echan de menos en la literatura actual. De una parte, involucra al lector en el relato haciéndolo partícipe de los secretos que contiene el libro demoníaco. De otra, recrea de forma magistral el pasaje que tiene como protagonista a nuestro buscador de rarezas editoriales con un conocido y venido a menos bibliófilo de Sintra. La tristeza y melancolía con la que Víctor Fargas se despide, por necesidad, de cada incunable de su propiedad está tan cuidadosamente tratada y tan tiernamente plasmada por el autor que incita, nada más terminarlo, a cerrar los ojos, echar a volar la imaginación y rememorar, paso a paso, toda la ilustración literaria que allí se cuenta.
Por supuesto, el final está a la altura de todo el conjunto, si no más. Pérez-Reverte acaba su folletín a bombo y platillo, de forma inesperada e impactante, pero soberbia.
La novela se ambienta en la España y la Europa de hoy. Sin embargo, el autor transporta sin ambages al lector a la época del gran Dumas consiguiendo, sin dificultad aparente, mezclar las identidades de los actores cotidianos que martirizan a Corso en sus investigaciones con los personajes históricos de aquella época. La narración acontece en tercera persona en su mayor parte, a excepción de los lapsos de Lucas Corso, que cuenta en primera persona sus propios pensamientos. Combina el lenguaje formal y el informal de forma adecuada y acorde a los pasajes. Construye el final de forma ascendente, sumiendo al lector en una sensación de ansiedad que desaparece poco a poco a medida que el autor empieza a atar cabos, desenredando la trama con coherencia y sabiduría.
En fin, una novela sin fisuras, con un argumento verosímil, “endiabladamente” bien estructurada. Con un protagonista poco heroico y, por ende, más humano y con una extraordinaria tradición literaria sobre la que armar una novela de intriga con escenas dramáticas, conflictos internacionales, corrupción, odios, traiciones, complots y amores difíciles o de mal agüero. Un libro en el que el lector –al asumir la trama y los personajes- disfruta de la historia. Un relato pleno de vigor y fuerza imaginativa. Una delicia de lectura, con caudal y brillo.

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