LA ATLÁNTIDA
Capítulo 5:
Entré en mi habitación, cerré la puerta y saqué de
mi mochila el reproductor de música y los cascos. Subí a la litera de arriba y
puse música. Me quedé mirando al techo del dormitorio, recordando la pesadilla
que tuve por la mañana, varios minutos, intentando recordar la cara de aquellas
personas que estaban conmigo. No podía. Intenté concentrarme un poco más, cerré
los ojos. Empecé recordando cuántos eran, pero no lo tenía del todo claro; una
chica a mi izquierda que clavaba sus ojos en mí, una mirada cálida con apenas
miedo, pero no podía recordar nada más, solo sus ojos mirándome fijamente.
Intenté centrarme en el joven que había a mi izquierda. Entonces ahogué en mi
garganta un grito al sentir a alguien zarandeándome por el hombro que quedaba
al borde de la cama. Abrí los ojos alterada y vi a una chica con el ceño
fruncido y expresión de extrañada. Sus labios se movían, así que me quite los
auriculares para escuchar lo que decía.
-Perdona, ¿vas a ir al comedor? El director ha
pedido que acudamos, por megafonía.
-Ah, lo siento, no escuchaba nada con la música. ¿Tú
vas a ir?
-¡Qué remedio!- suspiró sonriendo.
-Está bien, voy contigo.
Bajé de
la cama de un salto, y las dos juntas fuimos hacia el comedor. Entramos en la
última puerta a la izquierda. El salón era alargado, pero pequeño, las mesas, que
estaban atornilladas a la pared, se ordenaban dejando un pasillo central. Todos
estaban sentados, en el otro lado de la sala como rehuyendo de la entrada tal
que alumnos peleándose por sentarse al final de la clase. En la última mesa izquierda
veía al chico de antes, Logan, con tres jóvenes más. La chica que estaba en mi
dormitorio se sentó justo en la primera mesa a la derecha y yo enfrente de ella.
-Me llamo Anaya, y soy tu compañera de habitación,
como ya habrás supuesto- se presentó.
-Mucho gusto.
Anaya se
quedó mirando fijamente algo, justo detrás de mí.
-¿Los conoces?- me preguntó después de un silencio
corto.
-¿A quiénes?
-A ellos, te están mirando todo el tiempo y no he
podido evitar darme cuenta de que los has mirado al entrar-dijo dirigiendo la
mirada a Logan y los demás chicos.
-No los he mirado a ellos… no exactamente. No los
conozco.
En ese
momento su mirada se dirigió a otro lugar.
-¡Amanda!- dijo con un tono de voz elevado y
levantándose de su asiento- Ven.
La joven
Amanda se levantó de la mesa en la que se encontraba sola y se acercó a hablar
con nosotras. Tomó asiento y sonrió tímidamente. Antes de que tuviéramos tiempo
para hablar, un joven alto con apariencia similar a la de Logan, miró hacia
nosotras, específicamente a Amanda.
-¡Hola!, nos encontramos de nuevo, ¿puedo sentarme
con vosotras?- preguntó en un tono amigable.
Amanda
asintió y se echó hacia un lado con la silla para que él tuviera más espacio.
-Es Kurtis, me ayudó con las maletas, eran demasiado
pesadas para mí- dijo Amanda, y acto seguido me miró para preguntarme- ¿Y tú? ¿No
has conocido a nadie desde que has llegado, aparte de Anaya?
Giré la
cabeza y miré hacia la parte de atrás de la sala, miré al muchacho que me ayudó
con mi equipaje. Estaba echado hacia atrás en la silla, no sé si fue mi
imaginación, pero la forma en la que llevaba el pelo, su ropa y la forma en la
que estaba sentado con la expresión de su cuerpo y los brazos cruzados con
cierto aire de pereza, lo hacía atractivo a mis ojos. Me gustaba la forma en la
que algunos mechones de pelo negro se posaban sobre su frente; cómo el cinturón
que llevaba se reposaba inclinado de una forma sencilla, casi debajo de la
camiseta suelta, negra y de manga corta que llevaba, y cómo los pantalones que
le quedaban un poco sueltos tapaban sus converse. Me encantaba como le quedaba
ese piercing en el lado derecho del labio inferior, rodeándolo. En resumen me
encantaba él, y en especial su cara, esa cara de niño con labios carnosos y
ojos claros que miraban de reojo, con media sonrisa encantadora.
En cuestión de segundos me volví a
girar.
-No, nada interesante que os pueda contar.
Eché un
vistazo a Kurtis y me percaté que tenía un aspecto muy similar. Él me sonrió.
Le miré a los ojos y no supe actuar cuando el clavó los suyos en mí. Primero
sonreí y luego bajé la mirada tímidamente, pero él seguía mirándome de una
forma dulce y sonrió. Luego miró hacia atrás, seguramente hacia donde yo
acababa de mirar. La mirada fija de Kurtis me dijo que hubo un cruce, tal vez
un poco incómodo, de miradas, luego giró la cabeza hacia Amanda y comenzaron
una conversación. Yo, como era tan común en mí, me quedé mirando hacia la mesa,
pero en realidad no estaba mirando a ninguna parte, simplemente estaba
sumergida en mis pensamientos.
-Bueno, chicas, un gusto conoceos, creo que me
marcho a mi dormitorio. Aun no he
conocido a mi compañero de habitación, ¿y tú, Anaya?- explicó Kurtis
levantándose de la silla para marcharse.
-Mi compañera es ella- le contestó señalándome.
-Ah, espero que os llevéis bien. Bueno, nos vemos
más tarde.
Kurtis
se marchó y, Anaya y Amanda continuaron hablando.
-Anaya, Amanda, yo también me voy, hasta luego y
mucho gusto.
-Igualmente- contestaron al instante.
Salí al
pasillo de nuevo. Respiré hondo. El silencio era
confortable en aquel frío y luminoso pasillo, tras un buen rato rodeada de
murmullos y pequeñas risitas en el comedor que quién sabe de qué o quién se
reían, ¿de mi tal vez?; que mas daba, la cuestión es que ahora podía disfrutar
de un sosiego estremecedor, tanto que me provocó un escalofrío. Caminé hasta mi
habitación. Giré el pomo de la puerta lentamente y pasé al interior para
tumbarme en la cama de Anaya, relajarme y mirar la cama de arriba mientras me
sumergía en mis pensamientos. Me giré hacia la pared e intenté meter los brazos
bajo la almohada, una manía que tenía desde hacía mucho tiempo. Comencé a notar
como el sueño empezaba a apoderarse de mí, los ojos se me cerraban, me sentía
demasiado bien en ese momento, tanto que podría pasar días y días así, sin
moverme. Cerré los ojos completamente durante un momento, entonces empecé a
escuchar unos pasos en la habitación, abrí los ojos y justo delante de mi vi
esos ojos terroríficos, mirándome, completamente rojos, sentía el aire caliente
de su aliento golpearme la cara, la fiera empezó a rugir ferozmente enseñando
los dientes, todos eran alargados y afilados como cuchillos, sentía como la
bestia cada vez estaba más agitada. Separó un poco las mandíbulas y la miré. Era como si se estuviera riendo de mi unos segundos antes de hacerme pedazos. Sus
garras atraparon mis brazos y los apretaban cada vez más fuerte, empezaba a
notar sus afiladas uñas rasgarme la piel y empecé a gritar. Intenté levantarme
con todas mis fuerzas, parecía imposible liberarse, pero lo intenté una y otra
vez. Lo estaba consiguiendo, la fiera retrocedía lentamente, pestañeé y antes
de poder abrir totalmente los ojos me golpeé contra la cama de arriba. El dolor
en mis brazos se había cambiado por un dolor el doble de insufrible en mi cara,
especialmente en mi nariz. Me tiré hacia atrás poniéndome las manos en la nariz
mientras me retorcía en la cama, con los ojos cerrados, por el dolor. Incluso
yo misma escucha lo horribles que sonaban mis lamentos.
-¿Estás bien? ¿Me oyes? Venga, levántate, ven
conmigo- me dijo una voz masculina.
Abrí los
ojos y vi a un hombre con camiseta negra estampada y cara de niño, era él, y
detrás estaba Anaya.
Apenas podía hablar, el dolor era
tan fuerte que casi no podía pensar, lo único de lo que me daba cuenta es de
como las lágrimas brotaban de mis ojos.
-Ven conmigo, vamos a curarte esto- me dijo.
-Lo siento, pero yo preferiría no ir- se disculpó
Anaya.
-No te preocupes- le contestó en voz baja, con voz
de preocupación.
Me cogió
del brazo y tiró de mi muy fuerte, arrastrándome fuera de la habitación. Yo
apenas podía mantenerme en pie, sentía como la sangre fluía lentamente hacia afuera
y, a raíz del golpe, notaba como si la sangre bombeara el doble de fuerte.
Sentí un mareo, me tambaleé y me apoyé en la pared. Logan me rodeó con su brazo
y me llevó a su habitación. Abrió la puerta tan bruscamente que esta chocó
contra la pared del interior de la habitación, asustando a sus dos amigos que
estaban dentro, pero no eran los mismos que vi en el comedor. Ellos se pusieron
de pie en un salto.
-¿Qué ha pasado?- dijo el rubio.
-Ahora no, dejadnos pasar al baño, rápido.
Entramos
al baño, a toda prisa me levantó la cabeza hacia arriba y con un trozo grande
de algodón mojado, que cogió del botiquín colgado en la pared, me limpió la
sangre de la cara. Primero puso el algodón un poco más abajo de mi cuello, y lo
apretaba mientras lo subía y bajaba lentamente a lo largo del cuello, incluso cerré
los ojos y me relajé. Aún seguía notando ese extraño bombeo en mi nariz y ese
dolor intermitente, que cada varios segundos me provocaba unas punzadas
insoportables y me hacían lamentarme continuamente.
-¿Sabes qué?- le pregunté con voz extremadamente
ronca.
-¿Qué?- contestó extrañado.
Tragué saliva
amargamente y noté el sabor de la sangre.
-Logan no te pega mucho.
-¿Entonces qué nombre me pega?
-Tienes cara de… de Alex-contesté con voz ronca y débil.
-Ahora que lo dices me gusta más Alex, me llamarás
Alex, ¿verdad?
-Claro, si tú quieres.
-Por supuesto.
Tiró el
algodón, cogió otro pedazo un poco más pequeño y lo roció con alcohol. La
sangre estaba empezando a molestarme en los labios, se estaba secando. Logan,
bueno, Alex, se puso junto a mí, cogiéndome la cabeza con una mano y con su
cabeza por encima de la mía, y cuidadosamente empezó a limpiarme la sangre con
el algodón, muy suavemente lo pasó sobre mis labios, cada vez lo hacía más
despacio, entonces paró y se quedó mirándolos durante unos segundos. Saboreaba
el desagradable sabor del alcohol, pero lo ignoré. Cuando terminó de limpiarlos
deslizó su mano desde detrás de mi cabeza hasta la parte más alta de mi cuello,
a continuación hacia mis mejillas y luego pasó su dedo pulgar hasta mis labios
y los acarició suavemente, se quedó mirándome a los ojos, el tiempo se
ralentizó, podía sentir el calor de su piel en mis labios, el silencio empezaba
a ser incómodo y justo en ese momento noté como una gota de alcohol entraba por
mi nariz y un dolor punzante me hizo removerme y llevarme las manos, que
reposaban en la silla, hacia mi cara. Él agito la cabeza.
-Esto te va a doler un poco más, te echaré algo para
el golpe después.
Asentí y
apreté las mandíbulas esperando a que Alex me curara. Primero terminó de
quitarme la sangre de la parte baja de la nariz cuidadosamente y mientras iba
subiendo hacia el tabique nasal intentó distraerme.
-La verdad, tu nombre no va contigo tampoco, tienes
más cara de… Ashley.
Reí amargamente por el dolor que
empezaba a sentir, tragué saliva y sentí el sabor de la sangre, incluso llegué
a hacer una mueca por eso.
-Me gusta mucho más Ashley, me llamarás así,
¿no?-dije en un tono bajo y quebrado.
-No lo dudes, Ashley.
De
pronto sentí un gran dolor, que me hizo agarrar a Alex de su brazo, cerré los ojos con fuerza y apreté la mandíbula. Al mismo tiempo cogí
aire con la boca, lo que provocó un sonido.
-Así tardaremos toda la vida en limpiarte la sangre,
muerde fuerte esta toalla. Toma- dijo dándome la toalla que cogió de una repisa
metálica junto a la ducha.
La
cogí, miré la toalla, dudando, y temblorosamente me la acerque a la boca y la
mordí fuerte. Él se acerco un poco más a mí y empezó a darme con el algodón
justo donde me pegué el golpe. El dolor me hacía temblar. Apreté los puños y
mordí más fuerte la toalla. Sentía como las lágrimas se acumulaban en mis ojos,
preparándose para brotar de ellos en cualquier momento. Agarré la toalla y apretándola
con los dedos y las uñas tiré de ella hacia abajo, al mismo tiempo que tiraba
de ella hacia arriba con la mandíbula. Justo cuando creía que no aguantaría más
el dolor, Alex se detuvo. Luego me puso una crema por toda la zona donde me
golpeé.
-Tuviste suerte, temía que te la hubieras partido,
hubieras necesitado algo más que una crema para hematomas. Sin contar que
seguramente te hubieras desmallado.
-Me duele muchísimo, no parece solo un golpe.
-Fue un golpe muy fuerte, te levantaste tan rápido…
-Yo jamás en mi vida había despertado así de una
pesadilla, esta era distinta.
-¿Cómo era?
-Una bestia, ya he soñado con ella antes, pero esta
vez ha sido más real, sentía como sus uñas atravesaban mi piel, estaba
levantándome en la pesadilla y cuando me despertasteis el peso de encima de mi
desapareció y me levanté.
Ni si quiera
contestó a lo que le dije. Recogió el botiquín y agarrándome del brazo me
acompañó hasta una de las camas.
-Cristian, esta es Ashley- dijo Alex desde el cuarto
de baño, mientras se lavaba las manos.
Cristian,
el chaval del pelo rubio me saludó sonriendo.
-Un placer, Ashley.
-Yo soy Edward- dijo el otro joven, corpulento,
dándome la mano.
-No lo vayas a confundir con el vampiro, no queremos
que te lleves una decepción- rió Cristian.
-No me entusiasma mucho esa historia, la verdad-dije sonriendo.
-Logan dijo que eras rara, pero no para tanto- dijo
Edward burlándose.
- Edward, tal vez eso del vampiro te funcione con
muchas estúpidas, pero no conmigo, lamento decirte que yo no lo soy.
-Muy listilla tú, a ver si sigues igual cuando Logan
te presente a sus otros amiguitos.
-¿Me estás amenazando?
-No, se te ve en la cara que eres una buena persona,
cosa que no puedo decir de Mathew y sus perritos falderos. Él fue quien se
chocó a propósito contigo a la entrada.
Se puso
de pie.
-Se estaba riendo de ti, y sus amigos también-
continuó Edward.
-Y, ¿por qué
me dices eso ahora?
-Le tengo interés a Mathew, si te hace algo,
llámame. A ver si despegamos a este estúpido de ellos- dijo mirando a Alex.
-Tú no te metas Edward, se cuidar de mi mismo- dijo
Alex mientras volvía a la habitación.
Él se sentó junto a mí y me indicó
que me acomodara en la cama. Lo hice. Edward guardó
silencio tras una mirada de Cristian, esa mirada le estaba pidiendo que se
mordiera la lengua porque no quería discutir con Alex; sin embargo, yo tenía
totalmente claro que Cristian también odiaba a ese tal Mathew. Edward volvió a
sentarse y el otro chico se sentó a su lado, entonces se pusieron a jugar a las
cartas mientras hablaban en voz baja. Alex me miró de reojo y esbozó una sonrisa un par de veces y eso me hizo sentir mucho
mejor. Me resultaba extraño que un chico como él le prestara atención a alguien
como yo, era la primera vez que me ocurría. No me fiaba para nada de él
pero cerré los ojos e ignoré esa falta de
confianza. Escuchaba los susurros de los chicos hablando del programa de la
expedición. No recuerdo la conversación exactamente porque no mucho después me
quedé completamente dormida y ni siquiera sé como llegué a mi cama.