viernes, 22 de marzo de 2013

Me alegra que os esté gustando, bueno quería deciros que esto lo escribí hace bastante tiempo y que en este raro caso no tiene nada que ver con la realidad. Os dejo con este capítulo que es bastante mas largo, suerte con él :3 Pronto comenzará lo interesante.

LA ATLÁNTIDA
Capítulo 5:

Entré en mi habitación, cerré la puerta y saqué de mi mochila el reproductor de música y los cascos. Subí a la litera de arriba y puse música. Me quedé mirando al techo del dormitorio, recordando la pesadilla que tuve por la mañana, varios minutos, intentando recordar la cara de aquellas personas que estaban conmigo. No podía. Intenté concentrarme un poco más, cerré los ojos. Empecé recordando cuántos eran, pero no lo tenía del todo claro; una chica a mi izquierda que clavaba sus ojos en mí, una mirada cálida con apenas miedo, pero no podía recordar nada más, solo sus ojos mirándome fijamente. Intenté centrarme en el joven que había a mi izquierda. Entonces ahogué en mi garganta un grito al sentir a alguien zarandeándome por el hombro que quedaba al borde de la cama. Abrí los ojos alterada y vi a una chica con el ceño fruncido y expresión de extrañada. Sus labios se movían, así que me quite los auriculares para escuchar lo que decía.
-Perdona, ¿vas a ir al comedor? El director ha pedido que acudamos, por megafonía.
-Ah, lo siento, no escuchaba nada con la música. ¿Tú vas a ir?
-¡Qué remedio!- suspiró sonriendo.
-Está bien, voy contigo.
       Bajé de la cama de un salto, y las dos juntas fuimos hacia el comedor. Entramos en la última puerta a la izquierda. El salón era alargado, pero pequeño, las mesas, que estaban atornilladas a la pared, se ordenaban dejando un pasillo central. Todos estaban sentados, en el otro lado de la sala como rehuyendo de la entrada tal que alumnos peleándose por sentarse al final de la clase. En la última mesa izquierda veía al chico de antes, Logan, con tres jóvenes más. La chica que estaba en mi dormitorio se sentó justo en la primera mesa a la derecha y yo enfrente de ella.
-Me llamo Anaya, y soy tu compañera de habitación, como ya habrás supuesto- se presentó.
-Mucho gusto.
       Anaya se quedó mirando fijamente algo, justo detrás de mí.
-¿Los conoces?- me preguntó después de un silencio corto.
-¿A quiénes?
-A ellos, te están mirando todo el tiempo y no he podido evitar darme cuenta de que los has mirado al entrar-dijo dirigiendo la mirada a Logan y los demás chicos.
-No los he mirado a ellos… no exactamente. No los conozco.
       En ese momento su mirada se dirigió a otro lugar.
-¡Amanda!- dijo con un tono de voz elevado y levantándose de su asiento- Ven.
       La joven Amanda se levantó de la mesa en la que se encontraba sola y se acercó a hablar con nosotras. Tomó asiento y sonrió tímidamente. Antes de que tuviéramos tiempo para hablar, un joven alto con apariencia similar a la de Logan, miró hacia nosotras, específicamente a Amanda.
-¡Hola!, nos encontramos de nuevo, ¿puedo sentarme con vosotras?- preguntó en un tono amigable.
       Amanda asintió y se echó hacia un lado con la silla para que él tuviera más espacio.
-Es Kurtis, me ayudó con las maletas, eran demasiado pesadas para mí- dijo Amanda, y acto seguido me miró para preguntarme- ¿Y tú? ¿No has conocido a nadie desde que has llegado, aparte de Anaya?
       Giré la cabeza y miré hacia la parte de atrás de la sala, miré al muchacho que me ayudó con mi equipaje. Estaba echado hacia atrás en la silla, no sé si fue mi imaginación, pero la forma en la que llevaba el pelo, su ropa y la forma en la que estaba sentado con la expresión de su cuerpo y los brazos cruzados con cierto aire de pereza, lo hacía atractivo a mis ojos. Me gustaba la forma en la que algunos mechones de pelo negro se posaban sobre su frente; cómo el cinturón que llevaba se reposaba inclinado de una forma sencilla, casi debajo de la camiseta suelta, negra y de manga corta que llevaba, y cómo los pantalones que le quedaban un poco sueltos tapaban sus converse. Me encantaba como le quedaba ese piercing en el lado derecho del labio inferior, rodeándolo. En resumen me encantaba él, y en especial su cara, esa cara de niño con labios carnosos y ojos claros que miraban de reojo, con media sonrisa encantadora.
En cuestión de segundos me volví a girar.
-No, nada interesante que os pueda contar.
       Eché un vistazo a Kurtis y me percaté que tenía un aspecto muy similar. Él me sonrió. Le miré a los ojos y no supe actuar cuando el clavó los suyos en mí. Primero sonreí y luego bajé la mirada tímidamente, pero él seguía mirándome de una forma dulce y sonrió. Luego miró hacia atrás, seguramente hacia donde yo acababa de mirar. La mirada fija de Kurtis me dijo que hubo un cruce, tal vez un poco incómodo, de miradas, luego giró la cabeza hacia Amanda y comenzaron una conversación. Yo, como era tan común en mí, me quedé mirando hacia la mesa, pero en realidad no estaba mirando a ninguna parte, simplemente estaba sumergida en mis pensamientos.
-Bueno, chicas, un gusto conoceos, creo que me marcho a mi  dormitorio. Aun no he conocido a mi compañero de habitación, ¿y tú, Anaya?- explicó Kurtis levantándose de la silla para marcharse.
-Mi compañera es ella- le contestó señalándome.
-Ah, espero que os llevéis bien. Bueno, nos vemos más tarde.
       Kurtis se marchó y, Anaya y Amanda continuaron hablando.
-Anaya, Amanda, yo también me voy, hasta luego y mucho gusto.
-Igualmente- contestaron al instante.
Salí al pasillo de nuevo. Respiré hondo. El silencio era confortable en aquel frío y luminoso pasillo, tras un buen rato rodeada de murmullos y pequeñas risitas en el comedor que quién sabe de qué o quién se reían, ¿de mi tal vez?; que mas daba, la cuestión es que ahora podía disfrutar de un sosiego estremecedor, tanto que me provocó un escalofrío. Caminé hasta mi habitación. Giré el pomo de la puerta lentamente y pasé al interior para tumbarme en la cama de Anaya, relajarme y mirar la cama de arriba mientras me sumergía en mis pensamientos. Me giré hacia la pared e intenté meter los brazos bajo la almohada, una manía que tenía desde hacía mucho tiempo. Comencé a notar como el sueño empezaba a apoderarse de mí, los ojos se me cerraban, me sentía demasiado bien en ese momento, tanto que podría pasar días y días así, sin moverme. Cerré los ojos completamente durante un momento, entonces empecé a escuchar unos pasos en la habitación, abrí los ojos y justo delante de mi vi esos ojos terroríficos, mirándome, completamente rojos, sentía el aire caliente de su aliento golpearme la cara, la fiera empezó a rugir ferozmente enseñando los dientes, todos eran alargados y afilados como cuchillos, sentía como la bestia cada vez estaba más agitada. Separó un poco las mandíbulas y la miré. Era como si se estuviera riendo de mi unos segundos antes de hacerme pedazos. Sus garras atraparon mis brazos y los apretaban cada vez más fuerte, empezaba a notar sus afiladas uñas rasgarme la piel y empecé a gritar. Intenté levantarme con todas mis fuerzas, parecía imposible liberarse, pero lo intenté una y otra vez. Lo estaba consiguiendo, la fiera retrocedía lentamente, pestañeé y antes de poder abrir totalmente los ojos me golpeé contra la cama de arriba. El dolor en mis brazos se había cambiado por un dolor el doble de insufrible en mi cara, especialmente en mi nariz. Me tiré hacia atrás poniéndome las manos en la nariz mientras me retorcía en la cama, con los ojos cerrados, por el dolor. Incluso yo misma escucha lo horribles que sonaban mis lamentos.
-¿Estás bien? ¿Me oyes? Venga, levántate, ven conmigo- me dijo una voz masculina.
       Abrí los ojos y vi a un hombre con camiseta negra estampada y cara de niño, era él, y detrás estaba Anaya.
Apenas podía hablar, el dolor era tan fuerte que casi no podía pensar, lo único de lo que me daba cuenta es de como las lágrimas brotaban de mis ojos.
-Ven conmigo, vamos a curarte esto- me dijo.
-Lo siento, pero yo preferiría no ir- se disculpó Anaya.
-No te preocupes- le contestó en voz baja, con voz de preocupación.
       Me cogió del brazo y tiró de mi muy fuerte, arrastrándome fuera de la habitación. Yo apenas podía mantenerme en pie, sentía como la sangre fluía lentamente hacia afuera y, a raíz del golpe, notaba como si la sangre bombeara el doble de fuerte. Sentí un mareo, me tambaleé y me apoyé en la pared. Logan me rodeó con su brazo y me llevó a su habitación. Abrió la puerta tan bruscamente que esta chocó contra la pared del interior de la habitación, asustando a sus dos amigos que estaban dentro, pero no eran los mismos que vi en el comedor. Ellos se pusieron de pie en un salto.
-¿Qué ha pasado?- dijo el rubio.
-Ahora no, dejadnos pasar al baño, rápido.
       Entramos al baño, a toda prisa me levantó la cabeza hacia arriba y con un trozo grande de algodón mojado, que cogió del botiquín colgado en la pared, me limpió la sangre de la cara. Primero puso el algodón un poco más abajo de mi cuello, y lo apretaba mientras lo subía y bajaba lentamente a lo largo del cuello, incluso cerré los ojos y me relajé. Aún seguía notando ese extraño bombeo en mi nariz y ese dolor intermitente, que cada varios segundos me provocaba unas punzadas insoportables y me hacían lamentarme continuamente.
-¿Sabes qué?- le pregunté con voz extremadamente ronca.
-¿Qué?- contestó extrañado.
       Tragué saliva amargamente y noté el sabor de la sangre.
-Logan no te pega mucho.
-¿Entonces qué nombre me pega?
-Tienes cara de… de Alex-contesté con voz ronca y débil.
-Ahora que lo dices me gusta más Alex, me llamarás Alex, ¿verdad?
-Claro, si tú quieres.
-Por supuesto.
       Tiró el algodón, cogió otro pedazo un poco más pequeño y lo roció con alcohol. La sangre estaba empezando a molestarme en los labios, se estaba secando. Logan, bueno, Alex, se puso junto a mí, cogiéndome la cabeza con una mano y con su cabeza por encima de la mía, y cuidadosamente empezó a limpiarme la sangre con el algodón, muy suavemente lo pasó sobre mis labios, cada vez lo hacía más despacio, entonces paró y se quedó mirándolos durante unos segundos. Saboreaba el desagradable sabor del alcohol, pero lo ignoré. Cuando terminó de limpiarlos deslizó su mano desde detrás de mi cabeza hasta la parte más alta de mi cuello, a continuación hacia mis mejillas y luego pasó su dedo pulgar hasta mis labios y los acarició suavemente, se quedó mirándome a los ojos, el tiempo se ralentizó, podía sentir el calor de su piel en mis labios, el silencio empezaba a ser incómodo y justo en ese momento noté como una gota de alcohol entraba por mi nariz y un dolor punzante me hizo removerme y llevarme las manos, que reposaban en la silla, hacia mi cara. Él agito la cabeza.
-Esto te va a doler un poco más, te echaré algo para el golpe después.
       Asentí y apreté las mandíbulas esperando a que Alex me curara. Primero terminó de quitarme la sangre de la parte baja de la nariz cuidadosamente y mientras iba subiendo hacia el tabique nasal intentó distraerme.
-La verdad, tu nombre no va contigo tampoco, tienes más cara de… Ashley.
Reí amargamente por el dolor que empezaba a sentir, tragué saliva y sentí el sabor de la sangre, incluso llegué a hacer una mueca por eso.
-Me gusta mucho más Ashley, me llamarás así, ¿no?-dije en un tono bajo y quebrado.
-No lo dudes, Ashley.
       De pronto sentí un gran dolor, que me hizo agarrar a Alex de su brazo, cerré los ojos con fuerza y apreté la mandíbula. Al mismo tiempo cogí aire con la boca, lo que provocó un sonido.
-Así tardaremos toda la vida en limpiarte la sangre, muerde fuerte esta toalla. Toma- dijo dándome la toalla que cogió de una repisa metálica junto a la ducha.
       La cogí, miré la toalla, dudando, y temblorosamente me la acerque a la boca y la mordí fuerte. Él se acerco un poco más a mí y empezó a darme con el algodón justo donde me pegué el golpe. El dolor me hacía temblar. Apreté los puños y mordí más fuerte la toalla. Sentía como las lágrimas se acumulaban en mis ojos, preparándose para brotar de ellos en cualquier momento. Agarré la toalla y apretándola con los dedos y las uñas tiré de ella hacia abajo, al mismo tiempo que tiraba de ella hacia arriba con la mandíbula. Justo cuando creía que no aguantaría más el dolor, Alex se detuvo. Luego me puso una crema por toda la zona donde me golpeé.
-Tuviste suerte, temía que te la hubieras partido, hubieras necesitado algo más que una crema para hematomas. Sin contar que seguramente te hubieras desmallado.
-Me duele muchísimo, no parece solo un golpe.
-Fue un golpe muy fuerte, te levantaste tan rápido…
-Yo jamás en mi vida había despertado así de una pesadilla, esta era distinta.
-¿Cómo era?
-Una bestia, ya he soñado con ella antes, pero esta vez ha sido más real, sentía como sus uñas atravesaban mi piel, estaba levantándome en la pesadilla y cuando me despertasteis el peso de encima de mi desapareció y me levanté.
       Ni si quiera contestó a lo que le dije. Recogió el botiquín y agarrándome del brazo me acompañó hasta una de las camas.
-Cristian, esta es Ashley- dijo Alex desde el cuarto de baño, mientras se lavaba las manos.
       Cristian, el chaval del pelo rubio me saludó sonriendo.
-Un placer, Ashley.
-Yo soy Edward- dijo el otro joven, corpulento, dándome la mano.
-No lo vayas a confundir con el vampiro, no queremos que te lleves una decepción- rió Cristian.
-No me entusiasma mucho esa historia, la verdad-dije sonriendo.
-Logan dijo que eras rara, pero no para tanto- dijo Edward burlándose.
- Edward, tal vez eso del vampiro te funcione con muchas estúpidas, pero no conmigo, lamento decirte que yo no lo soy.
-Muy listilla tú, a ver si sigues igual cuando Logan te presente a sus otros amiguitos.
-¿Me estás amenazando?
-No, se te ve en la cara que eres una buena persona, cosa que no puedo decir de Mathew y sus perritos falderos. Él fue quien se chocó a propósito contigo a la entrada.
       Se puso de pie.
-Se estaba riendo de ti, y sus amigos también- continuó Edward.
 -Y, ¿por qué me dices eso ahora?
-Le tengo interés a Mathew, si te hace algo, llámame. A ver si despegamos a este estúpido de ellos- dijo mirando a Alex.
-Tú no te metas Edward, se cuidar de mi mismo- dijo Alex mientras volvía a la habitación.
Él se sentó junto a mí y me indicó que me acomodara en la cama. Lo hice. Edward guardó silencio tras una mirada de Cristian, esa mirada le estaba pidiendo que se mordiera la lengua porque no quería discutir con Alex; sin embargo, yo tenía totalmente claro que Cristian también odiaba a ese tal Mathew. Edward volvió a sentarse y el otro chico se sentó a su lado, entonces se pusieron a jugar a las cartas mientras hablaban en voz baja. Alex me miró de reojo y esbozó una sonrisa un par de veces y eso me hizo sentir mucho mejor. Me resultaba extraño que un chico como él le prestara atención a alguien como yo, era la primera vez que me ocurría. No me fiaba para nada de él pero  cerré los ojos e ignoré esa falta de confianza. Escuchaba los susurros de los chicos hablando del programa de la expedición. No recuerdo la conversación exactamente porque no mucho después me quedé completamente dormida y ni siquiera sé como llegué a mi cama.
       

jueves, 21 de marzo de 2013

Día mundial de la poesía

 Como viene siendo habitual, hoy se commemora un día especial, y es el dedicado a la Poesía.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró el 21 de marzo como el Día Mundial de la Poesía. Esta decisión se tomó en 1999 en París con el fin de reconocer la contribución de este arte a la diversidad creativa y a las maneras de percibir e interpretar la realidad.
Según la Unesco, “el lenguaje poético constituye, pues, otra faceta posible del diálogo entre las culturas”, por lo que invita a pensar a la poesía como una herramienta que muestra el poder del lenguaje y “el florecimiento de las capacidades creadoras de cada persona”.



Os dejo un poema escrito por una chica de 3º de ESO, del IES "Maimónides"
contra la violencia de género.



POESÍA CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO. Poema de Selene Urbano Molina (3º ESO)

Creí en el amor de verdad.
Creí en un mundo diferente.
Fui muy guapa por un día,
por un tiempo solamente.

Me decías cosas bonitas,
halagando así mi mente.
Fui la víctima de un sueño,
de un gran mar en que perderme.

Me pregunto si eras tú
quien me pegaba tan fuerte,
quien hace sangrar mis labios
y golpeaba mi vientre,
logrando empañar mis ojos
con un llanto permanente.

Aguantaba la maldad
de tu corazón latente;
yo, descerebrada y tonta,
caí en tus garras por siempre.
Por eso me haces sufrir,
me conduces a la muerte.

martes, 19 de marzo de 2013


LA ATLÁNTIDA
Capítulo 4:


Caminé hacia dentro del submarino con las maletas.
-Perdona, allí en el tablón hay una lista con los números de las habitaciones- me dijo un hombre corpulento que entró detrás de mí, señalándome el pasillo que había a mi izquierda.
-Gracias-contesté con una sonrisa.
-De nada, si necesitas algo avísame, soy el revisor.
-Gracias.
El hombre se marchó. Miré a la derecha, solo había un largo y frío pasillo con varias puertas a cada lado, y una al fondo; al mirar a mi izquierda vi que el pasillo no llegaba mucho más allá, si no que un par de metros más adelante había una esquina. Me dirigí hacia allí y, al girar, choqué contra alguien e involuntariamente cerré los ojos. Cuando creía que mi primera caída de la expedición sería esa, ese alguien me agarró el brazo y tiró de mi tan fuerte que ahora en lugar de caerme de espaldas me balanceé hacia delante y me volví a chocar contra él, pero esta vez él me sujetó con mucha más fuerza. Me quedé quieta durante unos segundos, encogida contra su pecho y, cuando por fin pude mantenerme en pie sin balancearme, alcé la mirada hacia arriba. Vi a un joven alto. Por unos segundos me quedé mirando su rostro; su cara, cara de niño, un rostro que reflejaba inocencia. Sus ojos eran claros y sus rasgos no estaban extremadamente marcados, lo que le daba un toque de dulzura. Su pelo era negro, de longitud media y liso, lo llevaba levemente despeinado. El joven no era muy musculoso, si no delgado, pero tenía fuerza. Me seguía sujetando por los brazos. Di un paso atrás, pero sus manos seguían agarrándome, asegurándose de que no me caía.
-Lo siento, ¿estás bien?- dijo soltándome.
-Sí, gracias y disculpa mi gran torpeza- se me escapó una sonrisa de entre los labios y miré al suelo con timidez.
-Discúlpame tú a mí, iba distraído.
       Volví a mirarle a la cara y esbozó media sonrisa, bajó la cabeza al mismo tiempo que su mirada; después sus fosas nasales se dilataron espirando aire de manera simpática y, al mismo tiempo, sus claros ojos se alzaron para mirarme de nuevo con una mirada tierna y tímida. Entonces sonrió ampliamente. Fue una sonrisa tan encantadora que me obligué a bajar la mirada, por miedo a no poder hacerlo segundos más tarde, y sonreí como una estúpida, mirándolo de reojo pero sin disimular.
       Se llevó la mano a la nuca y se rascó nervioso, intentando decir algo, pero sin llegar a decir nada. Entonces me decidí a hablar.
- Me han dicho que tengo que buscar un tablón- dije cogiendo las maletas del suelo, que se habían caído- ¿Me puedes ayudar? Si no es mucha molestia, claro.
-Ven- me indicó guiándome al tablón que había junto a la puerta del comedor.
       Me acerqué, señalé mi nombre con el dedo y lo deslicé hacia el número escrito justo a la derecha de este. Aquel muchacho estaba detrás de mí, mirando el tablón tan fijamente que me incomodaba. Golpeé dos veces el tablón para señalarle que ese era mi número.
-Te acompaño, me pilla de paso.
       Hubo un silencio incómodo a lo largo de todo el pasillo hasta mi habitación, ambos caminábamos con la cabeza agachada, sin decir una sola palabra. Entonces me sobresalté al escuchar su voz de golpe.
-Espera, se te ha caído esto- dijo recogiendo del suelo mi pañuelo negro.
       Seguramente se me había caído de nuevo.
-Gracias- contesté colocándome el pelo detrás de la oreja.
       Cogí el pañuelo de sus manos e intenté envolvérmelo de nuevo en la muñeca.
-Déjame a mí, por favor- dijo sin darme tiempo a contestarle y cogiendo el pañuelo bruscamente.
       Alcé el brazo y él pasó el pañuelo por debajo de mi muñeca. Me miraba mientras envolvía el pañuelo y bajó la mirada para atarlo, luego volvió a mirarme a mí mientras apretaba el nudo. Se quedó mirándome fijamente al cuello.
-¿Qué ocurre?
       No me contestó, si no que acercó su mano derecha al cuello de mi sudadera e introdujo sus dedos en él. Su piel era cálida y suave. Sentí un escalofrío recorrerme la espina dorsal hasta el cuello, justo donde sus dedos buscaban algo. Entonces sujetó una cadena, la doble cadena militar que llevaba colgando de mi cuello.
-Una cadena militar- dijo con un leve entusiasmo- Me encantan.
       Volvió a sonreír.
-A mi también, esta me la compré hace años.
-Seguro que te gustan- dijo con las placas aun en su mano.
       Hubo un silencio durante unos segundos mientras él miraba detalladamente la cadena.
-Gracias por acompañarme- le dije en voz un poco baja y sin levantar la cabeza para mirarle.
       Entonces me di la vuelta y abrí la puerta de mi habitación.
-No hay de qué. Yo me voy a mi dormitorio, ¿nos veremos más tarde?
       Me di media vuelta para mirar de nuevo su cara de niño.
-Sería un placer.
-Entonces hasta más tarde- se despidió.
       Se dio media vuelta y caminó unos pasos hacia su habitación pero se volvió repentinamente.
-Por cierto me llamo Logan.
-Un placer.
-Lo mismo digo- dijo retomando su camino.

martes, 12 de marzo de 2013

El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma ...aRTHUR mILLER

viernes, 8 de marzo de 2013

Gracias a todos/as por participar en el concurso " Carta a mi abuela". Habéis escrito unas bonitas y emotivas cartas.  Me gustaría subir todas, pero sólo os voy a dejar tres de todas las seleccionadas. De nuevo GRACIAS Y ENHORABUENA.


I.E.S SÁCILIS
Curso 2012/2013
8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer
Esta carta se la escribo a una de las mujeres más importantes para mí, a ti, abuela.
Abuela, siempre has sido como una segunda madre para mí. De pequeña, me cuidabas, me dabas cariño, jugabas conmigo, y sigues haciéndolo ahora.
He crecido junto a ti. Me encantaban esas historias que me contabas cuando eras joven. Aquellos momentos de verano es los que me enseñabas a coser, a dibujar en telas, todo era especial.
Todos los momentos junto a ti son inolvidables. Aunque no te lo diga muy a menudo sabes que te quiero muchísimo y que siempre serás como una madre para mí. Gracias por todo, eres la mujer más maravillosa de este mundo, y siempre te agradeceré todo lo que haces por mí.
Tu nieta. Lidia Marinero Jabalera.
I.E.S SÁCILIS
Curso 2012/2013

8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer.
Hoy 8 de marzo, Día de la mujer, yo quiero homenajearte a ti, abuela. Sabes que siempre te he querido como a mi madre. Siempre dormía contigo, me llevabas al parque, íbamos a Málaga con el abuelo. Me lo pasaba genial. Bueno, me lo pasaba y me lo paso porque sigues siendo la misma de antes: buena, generosa, validosa y muy cariñosa. Tú sabes que siempre te he querido y te quiero. Además sabes que cuando puedo intento quedarme contigo y me encantan esas anécdotas que me cuentas: como por ejemplo cuando te escondiste durante cuatro horas debajo de la mesa para que no te castigaran cuando conociste al abuelo…
Gracias por estar ahí, me quieres y te quiero, eso no nos lo quita nadie.
Con cariño
Tu nieto. Francisco Mesa Amil

I.E.S SÁCILIS
Curso 2012/2013
8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer.
Mis queridas abuelas:
Os escribo esta carta porque estoy orgullosa de todo lo que habéis hecho en vuestras vidas. Desde pequeñas habéis tenido problemas, tanto por vivir en la pobreza como la poca formación que recibisteis. Siempre me habéis contado que antes de terminar el colegio, a los 10 años más o menos, teníais que trabajar, sin poder disfrutar de una infancia digna, que no teníais mucha comida y que teníais que trabajaren casas de gente rica para poder ayudar a vuestra familia.
Pero lo que más me gusta decir es que habéis podido con todo, habéis luchado por todo para estar felices todos los días, conseguir tener un buen hogar, una gran familia que os quiere .Me encanta formar parte de vuestras vidas, porque me habéis cuidado genial y me habéis hecho reír mucho.
Aunque muchas veces me haya cabreado con vosotras por caprichos, no me importa, porque os sigo queriendo por igual. Y por mucho que os vea todos los días, estoy deseando terminar de comer y sentarme con vosotras a hablar de todo lo que habéis hecho cuando erais jóvenes. Me encanta cómo habéis luchado por vuestros derechos y por ser las mejoras abuelas del mundo.
Os quiero, sois increíbles. Vuestra nieta. Ángela Castro Barbudo