LA ATLÁNTIDA
Capítulo 4:
Caminé hacia dentro del submarino
con las maletas.
-Perdona, allí en el tablón hay una lista con los
números de las habitaciones- me dijo un hombre corpulento que entró detrás de
mí, señalándome el pasillo que había a mi izquierda.
-Gracias-contesté con una sonrisa.
-De nada, si necesitas algo avísame, soy el revisor.
-Gracias.
El hombre se marchó. Miré a la
derecha, solo había un largo y frío pasillo con varias puertas a cada lado, y
una al fondo; al mirar a mi izquierda vi que el pasillo no llegaba mucho más
allá, si no que un par de metros más adelante había una esquina. Me dirigí
hacia allí y, al girar, choqué contra alguien e involuntariamente cerré los
ojos. Cuando creía que mi primera caída de la expedición sería esa, ese alguien
me agarró el brazo y tiró de mi tan fuerte que ahora en lugar de caerme de
espaldas me balanceé hacia delante y me volví a chocar contra él, pero esta vez
él me sujetó con mucha más fuerza. Me quedé quieta durante unos segundos,
encogida contra su pecho y, cuando por fin pude mantenerme en pie sin balancearme,
alcé la mirada hacia arriba. Vi a un joven alto. Por unos segundos me quedé
mirando su rostro; su cara, cara de niño, un rostro que reflejaba inocencia. Sus
ojos eran claros y sus rasgos no estaban extremadamente marcados, lo que le
daba un toque de dulzura. Su pelo era negro, de longitud media y liso, lo
llevaba levemente despeinado. El joven no era muy musculoso, si no delgado, pero
tenía fuerza. Me seguía sujetando por los brazos. Di un paso atrás, pero sus
manos seguían agarrándome, asegurándose de que no me caía.
-Lo siento, ¿estás bien?- dijo soltándome.
-Sí, gracias y disculpa mi gran torpeza- se me
escapó una sonrisa de entre los labios y miré al suelo con timidez.
-Discúlpame tú a mí, iba distraído.
Volví a
mirarle a la cara y esbozó media sonrisa, bajó la cabeza al mismo tiempo que su
mirada; después sus fosas nasales se dilataron espirando aire de manera simpática
y, al mismo tiempo, sus claros ojos se alzaron para mirarme de nuevo con una
mirada tierna y tímida. Entonces sonrió ampliamente. Fue una sonrisa tan
encantadora que me obligué a bajar la mirada, por miedo a no poder hacerlo segundos
más tarde, y sonreí como una estúpida, mirándolo de reojo pero sin disimular.
Se llevó
la mano a la nuca y se rascó nervioso, intentando decir algo, pero sin llegar a
decir nada. Entonces me decidí a hablar.
- Me han dicho que tengo que buscar un tablón- dije
cogiendo las maletas del suelo, que se habían caído- ¿Me puedes ayudar? Si no
es mucha molestia, claro.
-Ven- me indicó guiándome al tablón que había junto
a la puerta del comedor.
Me
acerqué, señalé mi nombre con el dedo y lo deslicé hacia el número escrito
justo a la derecha de este. Aquel muchacho estaba detrás de mí, mirando el
tablón tan fijamente que me incomodaba. Golpeé dos veces el tablón para
señalarle que ese era mi número.
-Te acompaño, me pilla de paso.
Hubo un
silencio incómodo a lo largo de todo el pasillo hasta mi habitación, ambos
caminábamos con la cabeza agachada, sin decir una sola palabra. Entonces me
sobresalté al escuchar su voz de golpe.
-Espera, se te ha caído esto- dijo recogiendo del
suelo mi pañuelo negro.
Seguramente
se me había caído de nuevo.
-Gracias- contesté colocándome el pelo detrás de la
oreja.
Cogí el
pañuelo de sus manos e intenté envolvérmelo de nuevo en la muñeca.
-Déjame a mí, por favor- dijo sin darme tiempo a
contestarle y cogiendo el pañuelo bruscamente.
Alcé el
brazo y él pasó el pañuelo por debajo de mi muñeca. Me miraba mientras envolvía
el pañuelo y bajó la mirada para atarlo, luego volvió a mirarme a mí mientras
apretaba el nudo. Se quedó mirándome fijamente al cuello.
-¿Qué ocurre?
No me
contestó, si no que acercó su mano derecha al cuello de mi sudadera e introdujo
sus dedos en él. Su piel era cálida y suave. Sentí un escalofrío recorrerme la
espina dorsal hasta el cuello, justo donde sus dedos buscaban algo. Entonces
sujetó una cadena, la doble cadena militar que llevaba colgando de mi cuello.
-Una cadena militar- dijo con un leve entusiasmo- Me
encantan.
Volvió a
sonreír.
-A mi también, esta me la compré hace años.
-Seguro que te gustan- dijo con las placas aun en su
mano.
Hubo un
silencio durante unos segundos mientras él miraba detalladamente la cadena.
-Gracias por acompañarme- le dije en voz un poco
baja y sin levantar la cabeza para mirarle.
Entonces
me di la vuelta y abrí la puerta de mi habitación.
-No hay de qué. Yo me voy a mi dormitorio, ¿nos
veremos más tarde?
Me di
media vuelta para mirar de nuevo su cara de niño.
-Sería un placer.
-Entonces hasta más tarde- se despidió.
Se dio
media vuelta y caminó unos pasos hacia su habitación pero se volvió
repentinamente.
-Por cierto me llamo Logan.
-Un placer.
-Lo mismo digo- dijo retomando su camino.
Ajam..con que surgió el amor jajaja que bonito es el amooor con Juan jeje
ResponderEliminarel amor ablanda hasta los corazones más duros
Celia y Almudena
Me va gustando cada vez más, yo también quiero un enamoramiento así ^^, sigue con esta historia a lo mejor puedes llegar a ser una gran escritora. :) suerte
ResponderEliminarEsta muy bien, pero en mi opinión falta violencia y sangre, con algo de intriga.
ResponderEliminarMuy interesante, se nota que se está enamorando :), sigue escribiendo! :)
ResponderEliminarGomariz y Pedro Pablo. Te admiramos.
Carmen, este capítulo me ha gustado mucho, gracias por seguir con la historia, bueno que sepas que para mí lo estas haciendo genial... :)
ResponderEliminar¡Hola! Este capítulo es más tranquilo y más ñoño, se nota que estás enamorada jajaja Me está gustando mucho la historia.
ResponderEliminarCarmen sigue así está muy interesante. Aunque se nota que estás enamorada, ya que has metido en la historia tu novio, Haber cuando me metes a mí .... XD
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