martes, 19 de marzo de 2013


LA ATLÁNTIDA
Capítulo 4:


Caminé hacia dentro del submarino con las maletas.
-Perdona, allí en el tablón hay una lista con los números de las habitaciones- me dijo un hombre corpulento que entró detrás de mí, señalándome el pasillo que había a mi izquierda.
-Gracias-contesté con una sonrisa.
-De nada, si necesitas algo avísame, soy el revisor.
-Gracias.
El hombre se marchó. Miré a la derecha, solo había un largo y frío pasillo con varias puertas a cada lado, y una al fondo; al mirar a mi izquierda vi que el pasillo no llegaba mucho más allá, si no que un par de metros más adelante había una esquina. Me dirigí hacia allí y, al girar, choqué contra alguien e involuntariamente cerré los ojos. Cuando creía que mi primera caída de la expedición sería esa, ese alguien me agarró el brazo y tiró de mi tan fuerte que ahora en lugar de caerme de espaldas me balanceé hacia delante y me volví a chocar contra él, pero esta vez él me sujetó con mucha más fuerza. Me quedé quieta durante unos segundos, encogida contra su pecho y, cuando por fin pude mantenerme en pie sin balancearme, alcé la mirada hacia arriba. Vi a un joven alto. Por unos segundos me quedé mirando su rostro; su cara, cara de niño, un rostro que reflejaba inocencia. Sus ojos eran claros y sus rasgos no estaban extremadamente marcados, lo que le daba un toque de dulzura. Su pelo era negro, de longitud media y liso, lo llevaba levemente despeinado. El joven no era muy musculoso, si no delgado, pero tenía fuerza. Me seguía sujetando por los brazos. Di un paso atrás, pero sus manos seguían agarrándome, asegurándose de que no me caía.
-Lo siento, ¿estás bien?- dijo soltándome.
-Sí, gracias y disculpa mi gran torpeza- se me escapó una sonrisa de entre los labios y miré al suelo con timidez.
-Discúlpame tú a mí, iba distraído.
       Volví a mirarle a la cara y esbozó media sonrisa, bajó la cabeza al mismo tiempo que su mirada; después sus fosas nasales se dilataron espirando aire de manera simpática y, al mismo tiempo, sus claros ojos se alzaron para mirarme de nuevo con una mirada tierna y tímida. Entonces sonrió ampliamente. Fue una sonrisa tan encantadora que me obligué a bajar la mirada, por miedo a no poder hacerlo segundos más tarde, y sonreí como una estúpida, mirándolo de reojo pero sin disimular.
       Se llevó la mano a la nuca y se rascó nervioso, intentando decir algo, pero sin llegar a decir nada. Entonces me decidí a hablar.
- Me han dicho que tengo que buscar un tablón- dije cogiendo las maletas del suelo, que se habían caído- ¿Me puedes ayudar? Si no es mucha molestia, claro.
-Ven- me indicó guiándome al tablón que había junto a la puerta del comedor.
       Me acerqué, señalé mi nombre con el dedo y lo deslicé hacia el número escrito justo a la derecha de este. Aquel muchacho estaba detrás de mí, mirando el tablón tan fijamente que me incomodaba. Golpeé dos veces el tablón para señalarle que ese era mi número.
-Te acompaño, me pilla de paso.
       Hubo un silencio incómodo a lo largo de todo el pasillo hasta mi habitación, ambos caminábamos con la cabeza agachada, sin decir una sola palabra. Entonces me sobresalté al escuchar su voz de golpe.
-Espera, se te ha caído esto- dijo recogiendo del suelo mi pañuelo negro.
       Seguramente se me había caído de nuevo.
-Gracias- contesté colocándome el pelo detrás de la oreja.
       Cogí el pañuelo de sus manos e intenté envolvérmelo de nuevo en la muñeca.
-Déjame a mí, por favor- dijo sin darme tiempo a contestarle y cogiendo el pañuelo bruscamente.
       Alcé el brazo y él pasó el pañuelo por debajo de mi muñeca. Me miraba mientras envolvía el pañuelo y bajó la mirada para atarlo, luego volvió a mirarme a mí mientras apretaba el nudo. Se quedó mirándome fijamente al cuello.
-¿Qué ocurre?
       No me contestó, si no que acercó su mano derecha al cuello de mi sudadera e introdujo sus dedos en él. Su piel era cálida y suave. Sentí un escalofrío recorrerme la espina dorsal hasta el cuello, justo donde sus dedos buscaban algo. Entonces sujetó una cadena, la doble cadena militar que llevaba colgando de mi cuello.
-Una cadena militar- dijo con un leve entusiasmo- Me encantan.
       Volvió a sonreír.
-A mi también, esta me la compré hace años.
-Seguro que te gustan- dijo con las placas aun en su mano.
       Hubo un silencio durante unos segundos mientras él miraba detalladamente la cadena.
-Gracias por acompañarme- le dije en voz un poco baja y sin levantar la cabeza para mirarle.
       Entonces me di la vuelta y abrí la puerta de mi habitación.
-No hay de qué. Yo me voy a mi dormitorio, ¿nos veremos más tarde?
       Me di media vuelta para mirar de nuevo su cara de niño.
-Sería un placer.
-Entonces hasta más tarde- se despidió.
       Se dio media vuelta y caminó unos pasos hacia su habitación pero se volvió repentinamente.
-Por cierto me llamo Logan.
-Un placer.
-Lo mismo digo- dijo retomando su camino.

7 comentarios:

  1. Ajam..con que surgió el amor jajaja que bonito es el amooor con Juan jeje
    el amor ablanda hasta los corazones más duros

    Celia y Almudena

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  2. Me va gustando cada vez más, yo también quiero un enamoramiento así ^^, sigue con esta historia a lo mejor puedes llegar a ser una gran escritora. :) suerte

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  3. Esta muy bien, pero en mi opinión falta violencia y sangre, con algo de intriga.

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  4. Muy interesante, se nota que se está enamorando :), sigue escribiendo! :)

    Gomariz y Pedro Pablo. Te admiramos.

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  5. Conchi Castro Álvarez5 de abril de 2013, 14:46

    Carmen, este capítulo me ha gustado mucho, gracias por seguir con la historia, bueno que sepas que para mí lo estas haciendo genial... :)

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  6. ¡Hola! Este capítulo es más tranquilo y más ñoño, se nota que estás enamorada jajaja Me está gustando mucho la historia.

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  7. Carmen sigue así está muy interesante. Aunque se nota que estás enamorada, ya que has metido en la historia tu novio, Haber cuando me metes a mí .... XD

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