La Atlántida
Capítulo 6:
Empezaba un nuevo día, y no era un
día cualquiera, era el primer día que ocurriría algo extraño. Supongo que esa
fue la señal que nos alertaba de la larga historia que estaba a punto de
comenzar. Esa historia en la que la frialdad y el peligro me acechaban, esa
historia en la que tuve que mentir mil y una vez. En la que me traicionaron y
traicioné, en la que luché y en la que estuve a punto de perder la vida tantas
veces. Empezaba un nuevo día y os voy a contar justamente lo que pasó desde
entonces, ni más ni menos que la verdad.
Aquella mañana me levanté con más
desgana de lo normal. Caminé al baño y me recogí la melena en una larga coleta.
Me refresqué la cara con agua; mientras tanto, Anaya comenzaba a salir de la
cama no sin hacerse la remolona. Me quité todos los piercings que atravesaban
mis labios y orejas, y los coloqué en un pequeño joyero que siempre llevaba
conmigo a todas partes, donde también guardaba las cadenas y las pulseras más
pequeñas y menos ostentosas que poseía; sin embargo hubo algo que no me quité:
un collar pegado al cuello, cuyo cordel era de cuero para que no se rompiera y
el cual tenía, ni más ni menos que una bolita metálica. Me miré en el espejo y
por un momento tuve un deja vu. En esa “visión” mis ojos comenzaron a ensangrentarse,
reflejados en el cristal, y Alex, que apareció de repente, me colocó su mano en
el hombro derecho; entonces, me di la vuelta bruscamente, mi rostro se tornó
endemoniado y rugiendo como una bestia infernal me abalancé sobre él. Pestañeé
varias veces seguidas, pero aquello no ocurrió. Salí del baño para guardar el joyero
en mi maleta.
-¿Cómo te encuentras?- me preguntó adormilada.
-Bien, gracias. Me duele un poco, pero podré
soportarlo.
-No te queda más remedio- sonrió desperezándose.
La miré
de reojo y verla así me hizo sonreír. Anaya era muy agradable y tenía unos
gestos muy graciosos.
-Y ahora a tragarse todo el rollo de las normas
antes de sumergirnos- se quejó.
-Tampoco nos queda otro remedio-reí.
Voy a
omitir los sucesos irrelevantes como los de los preparativos. Vayamos
directamente al momento en el que mi cuerpo rozó el agua, poco a poco comencé a
sumergirme y noté como la temperatura bajaba levemente en mi cuerpo. Moviendo
despacio los brazos y las piernas bajo el agua, me alejé del submarino y me
quedé mirando hacia arriba. Un escalofrío me recorrió la espalda, nunca supe
por qué tenía estos escalofríos, supuse que era porque sabía que estaba
a muchísima profundidad y que podía ser peligroso y, sin embargo, me gustaba. A
pesar de que el traje era seco podía sentir el frío del agua traspasándolo
hasta mi piel mientras observaba la escasez de luz que penetraba hasta allí. Respiré
hondo y relajé el cuerpo. Bajo el agua me sentía bien, me sentía libre ¿Nunca
os ha ocurrido? Me sentía liberada de todas aquellas prohibiciones que nos han
condenado, desde el principio de los tiempos, a limitarnos a hacer sólo lo que
se nos permite y nos es posible. Miré hacia atrás, busqué a Alex pero no lo reconocía, aunque tampoco hice mucho esfuerzo en encontrarlo. Algunos de
nosotros ya habían empezado a grabar algunas imágenes y a explorar aquello.
Nadé hacia abajo cuando escuche un sonido muy débil, miré hacia todas partes,
pero no había nada extraño. Nadé hacia más abajo con calma y cada vez me sentía
mejor. Allí encontré a Amanda. Al principio no sabía que decir, no sabía si
hablarle, sinceramente me sentía intimidada por todas las personas del
submarino, yo allí estaba prácticamente sola, por lo que agradecía la
amabilidad de Anaya.
-Hace frio aquí, ¿verdad?- le dije tras sufrir otro
escalofrío.
-Cierto, por suerte yo no…
Antes de
que Amanda terminada de hablar una repentina y muy localizada corriente de agua
tiró de ella a la velocidad de un rayo, ni si quiera pude verla desaparecer,
solamente la escuché gritar. Fue un grito que quedó ahogado por el agua, ya que
al gritar soltó la boquilla que le proporcionaba oxígeno.
-¿Ashley, has visto a Amanda?- dijo Kurtis desde atrás
mía.
Me había
puesto nerviosa, miré por todas partes pero no la vi.
-¿Ashley? ¿Qué te ocurre?
-Amanda, estaba aquí ahora mismo, pero ha
desaparecido, algo se la ha llevado. Tenemos que buscarla, Kurtis, vamos-
contesté aceleradamente, sin poder parar de tartamudear y hacer gestos que
mostraban lo nerviosa que estaba.
-Cálmate, Ashley, tal vez te estés confundiendo.
-No, Kurtis, estaba aquí hace un segundo y
desapareció.
Escruté
con la vista todo el océano que estaba a mi alcance y, entonces, como por arte
de magia la vi.
-Mírala, allí está. Tenemos que ir a por ella- Amanda
parecía estar, en el mejor de los casos, inconsciente.
Nadamos
hacia ella lo más rápido que pudimos. El fondo oceánico era frío, pero no frío
solo por su temperatura, si no por su color, todo era blanco y azul o gris, y
apenas llegaba luz. Cogimos a Amanda por los brazos.
-Mierda, el respirador- dijo Kurtis.
-¿Dónde está?- dije buscando el tubo que salía desde
las bombonas de oxigeno.
-Aquí, vamos rápido ayúdame a ponérselo.
-¡No, espera!, ¡no respira!, hay que meterle aire en
los pulmones antes, si no, no va a respirar por sí sola.
-Tenemos que llevarla al submarino, rápido.
-Pero tardaremos demasiado en llegar- me ponía más y
más nerviosa por momentos.
Kurtis
agarró a Amanda por la cabeza, se quitó el respirador y a toda velocidad le
introdujo aire a los pulmones por la boca, mientras le tapaba la nariz. Amanda
no reaccionó. Kurtis cogió aire, por el respirador, ansioso.
-Vamos, Ashley, llevémosla rápido. Aquí no podremos ayudarla.
Sin
decir una sola palabra más, cogí a Amanda del brazo y lo puse sobre mi hombro y
Kurtis hizo lo mismo, e intentamos llegar al submarino lo más rápido posible.
Kurtis subió por la escotilla y desde afuera cogió a Amanda por los brazos y la
subió.
-Vamos, Ashley, dame la mano- dijo extendiéndome su
brazo.
No es
que necesitara ayuda, pero alargué mi brazo hacia el suyo, para que me ayudara
a subir. Cuando mis dedos se rozaron con los suyos, cuando estaba a punto de
agarrarlo con fuerza para subir, comencé a escuchar a varias personas gritando por el auricular y alguien me agarró por los tobillos. Ahogué un
grito en mi garganta y me sumergí inconscientemente. A pesar de que me llevé un susto horrible, más
aterrador fue el momento en que me topé con la criatura que me sujetaba los
pies y tiraba de mí hacia abajo hasta alejarme del submarino. Su piel era
totalmente azul, recubierta de escamas y unas branquias le sobresalían
exageradamente del cuello. Sus manos eran escurridizas, pude sentirlo cuando me
agarró. En unos segundos se paró y a la velocidad de un rayo se puso en frente de
mí, a varios centímetros de mi cara. Rió malévolamente, con la boca
extremadamente abierta, cómo mostrándome sus afilados y relucientes dientes. Yo
me había quedado totalmente paralizada, era incapaz de moverme; solo me limité
a mirar a los aterradores ojos negros de aquel ser tan extraño, que, abiertos
de par en par, miraban los míos como una criatura extrañada. El respirador se
me había soltado, pero aguanté la respiración, atónita, durante unos segundos
más. Aquel ser con forma humana paso sus manos por mi cuello, y sus garras, que
parecían ser de un metal muy resistente rozaron mi cuello con delicadeza, y, a
continuación sentí una punzada efímera en él. Moví la cabeza rápidamente hacia
un lado y tragué una bocanada de agua que me atoró las vías respiratorias, provocándome una arcada. Antes de ahogarme en las profundidades del polo norte reaccioné,
cogí el respirador y me lo coloqué en la boca, consiguiendo a duras penas respirar
por él. Por fin consciente de lo que estaba ocurriendo, volví a mirar a la
criatura, ahora más asustada. Vi pasar por delante de mis ojos la sangre que se
mezclaba con el agua y se desvanecía como el humo se desvanece en el aire. Aquella cosa me miraba, aún con la boca abierta, pero latente. No se
movía. Fue entonces cuando me planteé huir, pero ¿y si al moverme salía tras de
mí? ¿Por qué se estaba tomando tantas molestias y no me mataba de una vez? No
os imagináis la de cosas que se me pasaron por la cabeza en apenas un par de
segundos. Con esperanza de encontrar a alguien que me ayudase giré la cabeza y
miré por todas partes. Al parecer, no había solo una criatura, sino varias.
Habían invadido el fondo oceánico. Todos huían hacia el submarino, pero
instantáneamente una de las criaturas corría a velocidades inimaginables a
atraparlos y los desplazaba muchos metros en poco tiempo. No sabría decir
cuántos de ellos estaban inconscientes, pero había más de uno. Cuando ya creía
que moriría allí intentando huir de esos seres, vi que alguien consiguió llegar
al submarino. Nadé hacia éste dándole la espalda a aquel engendro, o lo que
fuera. Apenas me había desplazado unos metros cuando escuché un gruñido
chirriante. Giré la cabeza intentando no parar de nadar y observé que aquel
monstruo comenzó a mover la cabeza, entonces puso su cuerpo en tensión, todos y
cada uno de sus músculos en tensión como si estuviera recibiendo una descarga
o, más bien como si estuviera llenándose de energía. Supe que no era buena
señal y presa del pánico comencé a nadar lo más rápido que pude. Pero fue en
vano, ya que en cuestión de segundos volvió a cogerme por las piernas ya
arrastrarme bastantes metros en el agua, mientras yo me sujetaba el respirador contra la boca lo más fuerte que podía. Me encontraba totalmente desorientada
mientras se movía de un lado a otro, y me pilló por sorpresa cuando mi cabeza
chocó con una fuerza y velocidad bestial contra el casco del submarino. Todo mi
cuerpo se quedó endeble, y comencé a ver borroso. La criatura se había quedado
quieta de nuevo. No sé cuando tiempo llevaba bajo el agua, ¿varios minutos, o
simplemente un par de segundos? No lo sabía, solo sé que perdí el conocimiento.
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